Día 1

Amanecer

El sol apenas logra filtrarse a través de la bruma tóxica. Otro día en este infierno. He dormido en un supermercado abandonado. Las estanterías vacías me recuerdan lo que perdimos. El aire apesta a metal y podredumbre. Me pregunto si algún día me acostumbraré.

Mediodía:

Salí a explorar. Las calles están muertas, solo el eco de mis pasos rompe el silencio. Vi un ciervo mutante, tenía seis patas. Nos miramos por un momento. ¿Quién es más el monstruo aquí, él o yo?

Los edificios se desmoronan a mi alrededor. Naturaleza y caos, entrelazados. Es hermoso de una manera retorcida. Me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que la ciudad desaparezca por completo.

Tarde:

Una tormenta se acerca. Los relámpagos son de colores imposibles. Verde, púrpura... como si el cielo sangrara luz. Me refugié en un banco. La bóveda ahora es un tanque de agua. Irónico. El dinero ya no vale nada, pero el agua... el agua lo es todo.

La lluvia cae en gotas brillantes. Es hermosa y aterradora. No me atrevo a tocarla. ¿Cuánto tiempo sobreviviré si hasta la lluvia es venenosa?

Anochecer:

La oscuridad trae su propia luz. Hongos brillantes, insectos luminosos. Es como si las estrellas hubieran caído a la tierra. Encendí una pequeña hoguera. Por un momento, casi puedo pretender que estoy de campamento, que el mundo no ha terminado.

Pero entonces lo escucho. Un aullido distante, de algo que no debería existir. Me recuerda que aquí, soy tanto presa como depredador.

Noche:

Las estrellas brillan más que nunca. Es lo único que me consuela. Siguen ahí arriba, inalcanzables, indiferentes a nuestro apocalipsis.

Mañana será otro día de lucha, de búsqueda. De intentar encontrar un propósito en este mundo que ya no nos pertenece.

No sé si alguien leerá esto alguna vez. Tal vez soy el último. Pero seguiré escribiendo. Es lo único que me mantiene cuerdo.
 
 
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